sábado, 19 de octubre de 2019

TE DEDICO ESTA! LA MÚSICA, EL IDIOMA UNIVERSAL DE LOS SENTIMIENTOS


LA MÚSICA, ESE RUIDO QUE GUARDA EL ALMA Y HACE SENTIR AL CORAZÓN. ¡LA ÉTICA DE LO QUE REALMENTE SOMOS!
Amar la música en cualquiera de sus estilos, épocas, idioma de las canciones, estados del sentimiento, momentos de la vida, con emociones a manifestar o simplemente por gusto o como profesión, es tal vez uno de los placeres más puros, libres e incluyentes que tiene el ser humano hoy, aunque ayer no fuera libre ni universal. El tema es tan enorme y lleno de toques de emociones raras y sensaciones tan grandes que, como dijo el pensador…”no confíes en alguien que no bebe porque nunca mostrará sus verdaderas pasiones y sentimientos” … yo le añadiría …” y que no aprecie la música” … de hecho, soy impasible e imposible de tener una buena relación con alguien que no tenga gustos y conocimientos musicales; ¿cómo se puede vivir sin música? ¿Cómo se puede vivir un momento intenso de amor o desamor sin una melodía? ¿Cómo se puede tener el primer acto con la pareja que uno decide amar sin estar rodeados de un sonido musical? ¿Cómo no recordar con una canción los padres, los hijos o los amigos? Eso sí, sin la impureza de dedicar pieza alguna.
Los acordes de una buena melodía o los versos de una linda canción, la fuerza de una interpretación, el éxtasis de una especial composición, hacen que la vida se sienta prestada y feliz de vivirla, que después de ese momento puede ser tomada, que no habrá remordimiento ni reclamo alguno, pues hasta allí fue lo que tenía que ser y en unos segundos quedó dicho lo que había de decirse y de sentirse.
¿Cómo expresar en 3, 5 o 7 minutos (la gran mayoría de estas pequeñas obras de arte) toda una vida, una experiencia, una desgracia o una felicidad, o la vida de un ser inmensa y hasta inmerecidamente amado? y que quede tan claro y marcado para el autor, el cantante y el diletante. ¿Cómo ignorar las notas de una interpretación magistral o un canto desgarrador sin sentirlo propio y dejar que el corazón se arrugue como una hoja marchita? ¿Cómo no dejar el alma arrancada a pedazos sobre un lado del camino cuando el corazón tiene colores de dolor y el alma produce ruidos de animal salvaje solitario en pena y cercano a la muerte? ¿Cómo evitar la tragedia y el castigo eterno por darle muerte con música al amor infiel e indiferente, traicionero y retrechero, burlón y casquivano? No encuentro otra respuesta sino la que hallo en la música, porque la desgracia que nos llega del mundo, con música se hace menos miserable y la felicidad que le podemos robar a la existencia se nos queda clavada en el corazón con el ritmo de una nota musical.
En nuestro occidente maquilladamente explotador, injusto y libertario, lleno de amores ruinosos y ruidosos, los sentimientos se cantan con trópico, con calor húmedo de cuerpos que lloran por entre las piernas y los ojos los mismos sudores del placer y del desprendimiento, se hacen vivibles las tristezas, las rabias y las alegrías más profundas con tiples, guitarras, acordeones, bajos, baterías, bandoneones, violines, arpas, bongós, trombones, pianos y no sé cuantos más cuando de tangos, rancheras, boleros, cumbias, salsas, baladas y vallenatos hablamos, sin olvidar la música popular, bailable y folclórica de cada rincón de América y Europa o las siempre alternativas y refrescantes melodías del rock, pop o los modernos del despecho, la bachata y el mal representado y letrado reguetón con su hermanita la música urbana. Todo esto sin nombrar la culta y esplendorosa música clásica o sin profundizar en las manifestaciones raras y sensuales del folclor pacífico. ¿Y qué tal la música antillana de américa del centro o las tonadas bailadas flamencas y pasodobles en la península ibérica?
Cantantes tan inmortales en Inglaterra donde cantan como ángeles; Estados Unidos, donde mueren tan jóvenes y sicodélicos, apenas descubriendo su enorme capacidad y talento, dejándonos con la imaginación frustrada por lo que no fue, pero inundada de amor por lo poco que fue; o parranderos, borrachos, con legiones de hijos los de Latinoamérica, con vidas que nunca acaban, aunque su producción haya sido tan corta pero inmensa como la educación que no recibieron. Intérpretes solitarios o en grupo, que dejaron todo su espíritu grabando un son o interpretándolo en una tarima para 100 o un millón de seguidores unidos en el alma con el artista a través de las melodías y los versos apasionados, que hasta los ciegos componen y gritan sus odas a la belleza de la naturaleza o los atributos de la pareja, si es que los tuvo o se los pusieron.
La música, compañera incansable y alegre del viaje hasta la siguiente estación o hasta el del final a la eternidad; causante de tragedias épicas y felicidades inconcebibles, extirpadora de males, contadora de cosas; la música que dice por nosotros lo que no somos capaces de decir nosotros mismos, que puede resumir en 20 renglones o un centenar de notas la existencia de un ser agobiado por el silencio ignorante, o incapaz por la impotencia del sometimiento. Ella debiera ser la fuente de todo aprendizaje, de todo acto de reconocimiento y entendimiento, el pronunciamiento del castigo o el perdón, la oportunidad de resarcir o dejar así. La música, hacedora de hombres y mujeres justos, nobles, comunicativos; expresión del amor altruista, sin intereses más allá del sentimiento ingenuo y sencillo por los seres amados, pero también excelente instrumento para pedir el cuerpo ajeno, para exaltarlo, para cortejarlo, seducirlo y luego desecharlo; la música que le canta al mundo, a las ciudades, las culturas, los Dioses, los momentos; pero nunca como arte a los bárbaros insensatos que se mantienen impávidos ante sus mensajes y bellezas sonoras.
Dolorosa existencia la de aquellos que no se rinden a sus atributos, que no los disfrutan ni los entienden, pues con seguridad persiguen el poder, el bien material, la figuración y hasta el sexo unidireccional, incapaces de sentir y reconocer lo que se siente; hasta castigo de mis Dioses será y algo estarán pagando los muy sordos anti estéticos y horripilantes compañeros innobles de este planeta y esta forma de vida que no entienden ni aman las músicas.
Me voy mi amante, la música, dejando tu regazo untado de lágrimas en notas musicales, tus pechos de tonalidades altas y erectas con versos inmensos, tus muslos con frases nerviosas chorreadas de sudor caliente y pecador y tus ojos extraviados mirando al infinito del orgasmo sin fin, o a la tristeza que mata como el peor de los males, el del abandono, el de la partida, pero que con canciones la muerte misma se hace noble, necesaria y hasta de canción como la última, porque en esas, escuchando los violines y los acordeones es que nos vamos, para no volver, solo dejando la imagen del que disfrutaba del arte de escuchar el arte del que se atrevió.

TODO ESTÁ EN RIESGO, LA JUVENTUD EN SÍ MISMA, ES UN RIESGO

  LAS PLAGAS DEL PRESENTE El mundo como lo conocíamos hasta la pandemia va como de culo cagado, y ya eso es mucho que decir, porque antes ...