EL DISCRETO
ENCANTO DE LA JUVENTUD: SU SILENCIO CRÍTICO E IRREVERENTE
Hasta hace unos pocos años, no era raro que en la mayoría de los ambientes
en los que me movía, siempre aparecía, si no como el más joven, si uno de
ellos; hoy en día es todo lo contrario, si no soy el único mayor, si soy uno de
los más adultos, y eso me hace sentir más mayor, un poco desubicado y para mi
infortunio, por una de mis ocupaciones actuales, como un viejo pasado, lo cual ha
minado mi muy elemental derecho a comportarme y ser un absoluto heterosexual
macho alfa, mirón, disfrutador del juego de roles y de sexos, pues a esta
juventud, casi asexuada o sin mucha diferencia sexual, sin abusos sexuales entre ellos, los
comportamientos hetero masculinos les parecen retrógrados y casi violadores,
mientras que los excesos femeninos incitadores de las mujeres mayores les
parecen payasadas. Con esta juventud, está desapareciendo el comportamiento patriarcal,
dominante y muy sexuado de las relaciones sociales y laborales de las décadas
anteriores, salvo algunas composiciones y videos del Reguetón, tan
desafortunadas como de mal gusto ellas y su terrible uso del idioma y las
imágenes.
En otra época ir al gimnasio, a un bar, a una discoteca o a una piscina,
inclusive hacer cursos superiores después de terminada la carrera, eran
actividades de cacería de los dos bandos por igual; se iba a buscar pareja para
compartir el momento, temporalmente y hasta de manera estable. Todo era un
juego para la dominación y la consumación del acto; se tenía poder, dinero,
empresa o bienes para lograr los mejores partidos y las mejores faenas de cama.
Los jóvenes de antes promulgaron el sexo y la expresión pública como libres,
pero de algunos de esos jóvenes del siglo pasado es que viene toda la
corrupción, narcotráfico, violencia, tiranía y destrucción del hábitat que hoy
conocemos. En alguna parte y momento se perdieron esos ideales.
Hoy en día la gran mayoría de los jóvenes piensan en ellos como un clan,
una tribu, un grupo heterogéneo, pero con ideales similares, se relacionan como
entre iguales, así pertenezcan a clases sociales, razas, educaciones, regiones,
religiones, idiomas, profesiones y gustos diferentes; pero en sus espacios
actúan unidos, sin odios, envidias y zancadillas como era nuestro fuerte entre
los 70s y el 2000. Los he vivido, disfrutado, sufrido y soportado en ambientes
académicos, laborales, familiares y sociales y no he visto el primer joven de
los de hoy en un comportamiento malparido retrechero y abusivo con otro joven.
Les importa un comino si quien está a su lado en el trabajo o el estudio es de
plata o marica, si tiene una enfermedad o si sus padres tienen o no dinero; son
cosas irrelevantes para ellos. No se diferencian ni se clasifican por el carro,
la marca de la ropa o el lugar al que van de vacaciones. Los de antes si eran
exhibicionistas, empoderados, odiosos y clasificadores entre los buenos y los
malos.
Los jóvenes de hoy, en su gran mayoría, no se quieren casar ni tener hijos,
o no por lo menos siendo tan jóvenes, muchos prefieren seguir viviendo en la
casa familiar (lo cual para mi si es totalmente cuestionable), antes de aceptar
un trabajo prefieren saber que más hay aparte de sueldo; no se van a
comprometer de por vida con sus patronos, pues los consideran tan iguales a
ellos como cualquier tío con plata, pero poco importante en sus futuros, se van
de las empresas sin la menor consideración y cierran ese capítulo como si jamás
hubiera existido, al cabo que ni era su empresa, ni era su patrimonio, ni era
su dolor de cabeza; que la padezca el
dueño, y que otros vengan a aguantárselos, porque ellos ya hicieron su parte.
No dan explicaciones.
Los jóvenes de hoy son muchísimo más, y de lejos, conscientes del medio
ambiente, de la protección de las especies y son absolutamente más protectores
de los animales, pues casi que conviven y humanizan a sus mascotas como
hicieron los antepasados con sus hijos. Realmente están comprometidos con el
clima, con la naturaleza y con todo lo que huela a ecologismo; obviamente que
está la minoría violenta que destruyen la infraestructura física pública y
privada reclamando derechos que no entienden, pero que tampoco representan a la
mayoría.
La inmensa mayoría de jóvenes aprobó el paro, hasta donde debía y era
necesario apoyar, pero también tomó distancia de la degeneración de este, pues
se vieron tan afectados como los suyos, sus familias y amigos. En los espacios
laborales y familiares fueron más bien discretos con su apoyo para no
contradecir a los mayores, para no dar más explicaciones o ninguna, de como
ellos consideran la justicia y como ven la sociedad y el mundo que les están
dejando.
Personalmente me costó trabajo, dificultad y exigencia, lograr saber en ese
par de meses nefastos, y los meses posteriores, saber que pensaban muchos de
ellos, no era un tema de su agrado y menos para tratar con un superior o adulto;
percibí mucha desconfianza tratar el tema por fuera de sus tribus informales o
formales, de gente de su edad y al mismo nivel de sus entendederas. Tuve que
compartir escenarios donde se encontraban diferentes generaciones y se llegaba,
por los mayores, a los temas políticos, los chicos evitaban el tema, respondían
con monosílabos, no asumían sus posiciones de manera clara, sino que más bien
se mostraban ignorantes, alejados, desentendidos y poco empáticos con la
conversación.
Mientras que en los últimos años he visto y padecido mi generación y la
mayor a la mía, discutir y fijar posiciones en documentos serios y otros más
bien torcidos, en redes sociales interesantes y malditas, en medios de
comunicación serios y vendidos, apostrofar sobre lo divino y lo humano en
política, he tenido que soportar todo tipo de violencia de los extremos en esa
política, al punto de hoy aborrecerla, desdeñarla y verla tan vulgar como la
peor disciplina del hombre moderno; que lástima, algo que estudie con tanta
pasión como ignorancia e ingenuidad en mi juventud, que llegué a pensar que
vendrían verdaderos hombres y mujeres líderes a cambiar el mundo para bien y,
oh sorpresa, todos se volvieron corruptos, muchos se untaron de sangre hasta tres
generaciones posteriores, los extremos se juntaron en la maldad, la mentira y
el abuso del poder, al ridículo punto de negar los falsos positivos en el
extremo derecho y negar la aberración del secuestro en el extremo izquierdo.
Por eso, como los jóvenes, las más de las veces es mejor ese discreto encanto
del silencio y por dentro la procesión de palabrotas contra esos viejos payasos
gobernantes de mierda en Latinoamérica. Sí jóvenes, todos esos viejos
gobernantes, politiqueros, populistas de los dos lados de la cadena de los
últimos 50 años en este continente son una partida de hijueputas que no se
merecen el poder y el patrimonio y vida que tienen.
Muchas cosas son realmente inquietantes de las costumbres, prácticas y
vidas de una gran cantidad de jóvenes, pero la gran mayoría, son realmente
destacables y una esperanza para la comunidad del futuro. Les recomiendo que
participen, como ustedes lo hacen, tribalmente, discretamente, en las
decisiones importantes de cada uno de sus países, no le crean a los políticos
de carrera y apoyen más bien gente con origen en la academia, la ciencia, el
empresarismo, la gestión social y ambiental y sin pasado corrupto, porque sé
que muchísimos van a votar el próximo año, talvez sin consultarlo con nadie a
su alrededor, pero háganlo con visión de futuro y responsabilidad social que
les compete a cada uno de ustedes.