¿CÓMO SE VIVE EL COMIENZO DE LA TERCERA JUVENTUD
RODEADO DE TANTA “BELLEZA”?
Caray, la vida se nos volvió a complicar en estos plateados y apreciables
abriles cuando creímos que la cosa era cuestión de paciencia en el espíritu,
resistencia en el bolsillo y sabiduría en el oído, ¡imagínese, con tanta
estupidez que uno oye!, eso sí, para evitar que salgan cosas peores por el
guargüero. A esta edad el silencio es sabio, inclusive a costa de saber el
error que se va a cometer, usualmente estúpido pero necesario.
YA NO SOMOS JÓVENES
Siempre tuve la fortuna de ser el más joven, uno de los más jóvenes, o
estar en el promedio de edad de los grupos a los que pertenecí. Hoy en día,
salvo dos excepcionales casos: con mis compañeros de universidad de los 80´s y
mis amigos empresarios, pero con el resto del universo no guardo ninguna
relación de edad: en todas partes soy el más viejo, ya no me ven como un
muchacho, ya no puedo exagerar una mirada, un comentario, cero chistes, ni
exigir al mejor estilo hijueputón como en otros ya lejanos románticos tiempos.
Ya no creo ser objeto sexual de ninguna fémina o por lo menos no me lo
hacen saber como en los 90´s y mucho más para acacito; ¡ah tiempos aquellos que
era un honor conocer de un ratito de intimidad en la noche anterior en un
papelito de oficina de la compañera más atrevida del grupo! Imposible verles el
culo sin pasar por morboso y menos pedirles rendimiento so pena de perder el
puesto por aquello del acoso laboral. En fin, los jóvenes nos volvieron este
mundo un mierdero lleno de minas quiebrapatas con tanta puta militancia
feminista, de los derechos laborales, de los derechos de las mascotas, de los
derechos del libre desarrollo, de los derechos de los no fumadores, de los
derechos de los vegetarianos, de los derechos de los testigos de Dios en todas
las modalidades, de los derechos a tener mal gusto, porque en eso son bien
campeones; de los derechos a manifestarse y reventar el orden, la
infraestructura y los negocios y trabajos de sus papis camelladores y
proveedores hasta la tercera y cuarta generación.
NOS HICIMOS VIEJOS
En fin, ser viejo se volvió una profesión peligro, nuestra existencia se
está haciendo de caucho pues nos necesitan y quieren en esas fechas de mierda,
pero nos ignoran en sus fechas importantes; si no somos los del recurso no
tenemos compañía, si estamos enfermos podemos incomodar y si queremos el
control del televisor, así sea nuestro, es porque somos unos tiranos
insensibles con los malpariditos enanos de la casa.
Y qué me dicen de tomarse uno un trago de más, porque desde la vieja esa en
adelante comienzan a dosificarle a uno la medida, la frecuencia y la
intensidad: que horror, ya nuestros viejitos no se pueden emborrachar en paz,
con su propia plata y recordando sus propias putas. Hasta la música se la
quieren imponer a uno, pero con algunos de nosotros se joden, además porque la
idea es que uno sea el de la plata a la hora de hartárselos; nunca invitado ni
patrocinado, eso jamás. Es más, hombre de verdad, que se respeta y hace respetar
no deja gastar plata a la mujer, no vive de ella, no se aprovecha de ella, no
vive con los padres después de la primera juventud y jamás con los suegros;
tampoco sabe hacer oficio, pero contrata justamente a quien lo haga. De lo
contrario es un pobre huevón sin vergüenza.
Creo que lo que más me va a gustar de volverme
viejo e independiente, pensionado pírricamente por el Estado y medio empleado
por amigos caritativos que le apuestan a mi inteligencia y experiencia, es
poder decir y escribir cuanto vaina se me ocurra, de los temas que se me
antojen y en los niveles que mi guayabo eterno de vida insatisfecha me provean
las ideas de esta mente inquieta.
TAMBIÉN TENEMOS DERECHOS
Hoy en día, mirando la vida de atrás, la que
fui y viví, de la que tengo tres seres que abandoné impune e injustamente;
verdaderos únicos temas de arrepentimiento real de mi pasado, reclamo para mí
que apenas estoy comenzando a vivir mi última juventud y mi relación especial
con ellos, la amistad de esos seres incalculables en su inteligencia y éxitos
tempraneros; más que su compasión o entendimiento, lo que me nace tener con
ellos es amistad en igualdad de condiciones, porque un viejo lo que quiere es compartir
sus experiencias y sabidurías, no los achaques de la vejez ni los recursos, aquí
se reirán pensando “pero, y cuales, si no tiene ni mierda sino experiencia con historias truculentas y patéticas”
Voy a iniciar una cruzada por los derechos de
los usuarios de la tercera juventud y la primera y segunda vejez, pues también
tenemos derechos, así nos hayamos inventado el consumo de drogas y el
narcotráfico (no las consumo porque termina uno con pinta de pordiosero y
oliendo a pecueca), el sexo libre y con ello trajimos el SIDA, el libre mercado
y las deudas hasta 20 años después de la muerte, la democracia al máximo pero
repletica de corrupción, es decir, no fuimos unos santos, más bien una
generación perdida en la abundancia y la irresponsabilidad, pero con todo y
ello, con derechos para terminar este trance ridículamente divertido que es la
vida.
Tenemos derecho a no tener miedo ni con las guerras
ni con las pandemias ni con las quiebras económicas, pues si de algo sabemos es
de andar cagados del susto, alcanzados de billete, a punto de morir en cada
esquina, incapaces de cumplir todos los sueños, pero llenos de ideas, cuernos
hasta el techo, pero seguimos felices y optimistas pensando que a nosotros
nunca nos pasó nada malo. Y creemos en el más allá… cómo no, el que es pendejo
aquí es pendejo allá.
Así como todas esas horribles y cómodas
minorías, nosotros exigimos una última juventud y las dos fases de la vejez llenos
de alegría rumbera, acceso a la cultura y el conocimiento, servicios de salud capaces
y éticos, ingresos justos para hacer lo que nos plazca y que nos dejen escuchar
la maldita y machista música que se nos venga en gana; ni más faltaba que vamos
a abandonar el tango, el bolero, la música popular, las rancheras y el chucuchuco más
la salsa guateque que acompañó nuestras coca-colas bailables en los 70´s.
Amén.